Algunos comentarios sobre los fines de la guerra pueden ser útiles, dada la confusión arriba señalada entre la beligerancia "secular" y la "ritual".
Para ser endémica e intensa, la guerra no tiene que estar orientada a la conquista territorial. En realidad, en América del Sur (por ejemplo, los jívaro y los yanomamo) y otras partes abundan los ejemplos de situaciones en las cuales la lucha es una preocupación central y sin embargo, el objetivo no es la captura de territorio. Elsa Redmond (1994) señala que la guerra tribal no comprende ambiciones territoriales pero sí la de los cacicazgos. Sin embargo, la guerra endémica entre éstos últimos lleva a un equilibrio de fuerzas en el cual los territorios son intercambiados varias veces. Charles Spencer (1987: 375) apunta que la estructura de autoridad de los cacicazgos no permite mucha delegación; así, un cacique tiene bastantes dificultades controlando un territorio con un diámetro mayor al de un día de caminata. Este tamaño óptimo ayuda a explicar el equilibrio de fuerzas.
Cuando la expansión territorial es uno de los objetivos de la guerra, es con frecuencia un objetivo menor. El fin principal de bastantes guerras entre cacicazgos es la captura de botín y prisioneros (Redmond 1994). En estas sociedades, es esencialmente el botín el que financia la guerra. Otro objetivo es maniobrar en busca de un acceso más ventajoso a las rutas comerciales. éstos también son fines principales de la guerra estatal pero se le puede dar un uso más productivo al territorio capturado en una sociedad estatal que en un cacicazgo. Así, la expansión territorial es el corolario y el concomitante de la guerra estatal.
La intensidad de la guerra puede a veces ser medida por el tipo y la ubicación de las instalaciones defensivas. Se puede lograr la expansión territorial sometiendo y dominando una población, o haciendo que se retire. La primera forma es más típica de sociedades complejas y la segunda de sociedades más simples. En ambos casos, la guerra en pos de la expansión territorial está dirigida a los pobladores; de igual modo, la guerra que no busca la adquisición territorial también está dirigida a los pobladores, para vengar muertes o capturar mujeres y prisioneros. De este modo, bajo condiciones de guerra intensa, la defensa de asentamientos y no la captura de puntos estratégicos será la prioridad más alta. De hecho, las fortificaciones son necesariamente instalaciones tácticas antes que estratégicas cuando las armas tienen un alcance de cien metros o menos.
Los factores ideológicos son prominentes en la guerra, a todos los niveles de complejidad social y a todos los niveles de intensidad (Redmond, 1994; Bram, 1941; Rowe, 1916). Sin embargo, la continua importancia de los factores ideológicos en la organización de la guerra no obvia el potencial de los ejércitos para reclutar soldados selectivamente (Murra, 1986), uniformar los equipos (Rowe 194G) e incluso desarrollar el liderazgo profesional (Grou 1989).