Regresando a nuestras fuentes, los asentamientos arqueológicos, ¿qué pueden decirnos éstos acerca de la guerra, si los vemos desde la perspectiva arriba esbozada? El tipo de sitios encontrados en la costa norte durante el Horizonte Temprano indica que la guerra era tanto una importante preocupación, como que estaba altamente formalizada en su ejecución. Si bien estos emplazamientos coinciden con nuestra imagen de unas fortificaciones, la ideología de la guerra, que determina en qué forma eran usados por las poblaciones prehispánicas de dichos valles, era probablemente sumamente distinta de nuestras propias concepciones de ella. Sus constructores tenían una idea clara de cómo debía ser una fortaleza y el hecho de que construyesen las estructuras de modo que pareciesen serlo ilustra el mismo tipo de esencialismo que Lechtman (1979) ha discutido en relación a la metalurgia andina.
En algunos casos, las estructuras pueden haber sido depósitos para los equipos usados en los combates. También pueden haber sido consideradas como huacas. Los combates pueden haber tenido lugar alrededor de estos sitios y de hecho, su control mismo puede haber sido el botín en disputa. Algunas pueden haber sido hitos. Sin embargo, hay pocas razones para creer que servían algún objetivo estratégico en la defensa de territorios o poblaciones.
Se puede deducir el tipo de guerra que ellas indican. Era lo suficientemente frecuente como para dar como resultado estructuras especiales. No involucraba el saqueo de pueblos pues las estructuras estaban alejadas de las aldeas. Los combates probablemente estaban preparados de antemano, de modo que los bandos sabían cuándo dirigirse a ellas. Dado que las batallas estaban ya preparadas, es probable que fuesen entre comunidades con frecuente contacto entre sí antes que entre extranjeros. Probablemente eran de corta duración, tal vez de sólo un día, pues en varias de las estructuras hay pocas provisiones para el mantenimiento de la población a largo plazo. Si bien la ausencia de desperdicios en Chankillo sugiere que fue poco usado, los restos alfareros y de alimentos indican que se comía en varias de las estructuras del Santa y de Nepeña. Proulx (1985: 230) señala que los tazones eran comunes en estos lugares lo cual sugiere que servir la comida era más importante que el almacenaje o la cocina. Las puntas o puñales de pizarra pulida pueden haber sido usados como armas y/o para sangrías. Si bien dentro de las estructuras no se encuentran piedras para hondas, a veces hay piedras adecuadas en la superficie que las rodea (observación personal). En base a las tallas de Cerro Sechín, es posible que también se hayan usado mazas. Se tocaban antaras.
Si bien esta descripción es similar a las descripciones del tinku moderno, la cantidad de estructuras involucradas semejantes a fortalezas sugiere una mayor intensidad y complejidad de la guerra de lo que vemos en el tinku actual. En realidad, las evidencias encajan bien con las interpretaciones de presión poblacional y conflictos entre comunidades locales (Daggett 1983, Proulx 1985), antes que con invasiones o incursiones de extranjeros, ya sea de otros valles costeños (Wilson 1987, 1988) o de las serranías (Pozorski y Pozorski 1987). Por último, la perspectiva aquí presentada por lo menos brinda la posibilidad de sintetizar diversas interpretaciones de las tallas en piedra de Cerro Sechín: la representación directa de la guerra; el conflicto entre fuerzas opuestas y equilibradas y la renovación metafórica del cuerpo desmembrado de un guerrero chamán.