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LOS CONCEPTOS ANDINOS DE LA GUERRA

Vocablos para la guerra
Hastorf (1993: 98) anota que los documentos tempranos no usan el término tinku. Resulta instructivo examinar cómo es que la guerra y las actividades relacionadas a ésta son descritas en los diccionarios tempranos.

El lexicón de la lengua aymara del padre Ludovico Bertonio (1984: Ia. parte, 350) tiene la siguiente entrada:

Tincutha. Encontrarse los exercitos, o bandas contrarios en la guerra, o en los juegos venir a la batalla, comencar la pelea, y cosas semejantes.

La definición no parece distinguir claramente entre tinku como un juego que puede referirse a la guerra "ritual", y la guerra "real". Su definición de ch'ajwa es aún más sorprendente (1984: Ia. parte, 273; IIa. parte: 68):

Chahuasiña. Un juego bárbaro que se sacuden unos a otros los mocos divididos en vandos y se lastiman muy bien y en cada pueblo tienen día señalado para esto y Juego con que se sacuden en las piernas con sogas de nervios. Chahuasiña.

Aquí el significado de ch'ajwa es invertido con respecto a su connotación moderna. En lugar de ser una guerra "feroz" o siquiera ser guerra, se la define como un juego de muchachos. Los diccionarios quechuas de Diego de González Holguín (1952) no contienen entradas referidas a ch'ajwa ya sea como juego o como guerra pero ambos sí tienen entradas relacionadas con el tinku. González Holguín (1952: 342-343) tiene la lista más completa, incluyendo las siguientes entradas:

Tincu. La junta de dos cosas.
ñauiptincun. La entreceja diuision de los ojos. Tincunacuni. Ser contrarios, o competir.
Tincuni, o tincunacuni, o macanacuni. Reñir o pelear trauar la pelea y porfiar. Simihuan Tincunacun.
Simihuan tincunacuni. Disputar arguyr.
Tincuk pura. Limites.
Tincuqquempi sayhuani. Amojonar en su raya o limite.
Tincuc maciy. Mi contrario en juego o fiesta, o porfias y en todo ya chaypipas. Contrario en letras.
Tinqui. Un par de cosas yguales como guantes.

Aquí, el concepto subyacente parece girar alrededor del punto en que se encuentran y unen cosas equilibradas pero opuestas. Tincu está relacionado con el concepto de yanantin (González Holguín 1952: 364) pero tiene un sentido más de oposición que de complementariedad. Tanto tincu como yanantin contrastan con chacu y chulla (González Holguín 1952: 91, 119; Rostworowski 19H3: 22), que subrayan la diferencia fundamental entre dos cosas. Con todo, las definiciones de tinku no distinguen entre el concepto de guerra "feroz" y el de guerra "ritual".

En los tres diccionarios, auca es la raíz más común referida a la guerra. González Holguín (1952: 37-38) dedica más de dos columnas a las variantes y combinaciones de esta raíz. Quedan incluidos conceptos como guerra, tiempo de guerra, soldado, enemigo, sargento, capitán, maestre de campo, pelear, escaramuzar, presentar batalla, saquear, instrumentos musicales propios a la guerra y los nobles hidalgos orejones. Este es el vocabulario de la guerra pero sigue sin distinguir entre una guerra "feroz" y otra "ritual".

En realidad, en las frases correspondientes a pelear, presentar batalla y escaramuzar que González Holguín (1952: 38) da, se incluyen palabras derivadas de la raíz puklla. El define a pukllay como "todo género de fiestas para recrearse" (González Holguín 1952: 293). De otro lado, Domingo de Santo Tomás (1951: 342) enumera varias entradas, incluyendo a:

Puclla. Pelea .
Pucllac. Batalla
Pucllani.gui. Batallar escaramucar o jugar.

Nuevamente tenemos la confusión entre juegos y guerra. Más exactamente, durante el periodo colonial ni la lengua aymara ni la quechua distinguían los juegos de la guerra, o la guerra ritual de la secular, con la misma precisión que ahora adscribimos a los términos tinku y ch'ajwa.

Si hemos de entender la guerra prehispánica y a ruinas como Chankillo, debemos dejar de pensar en términos de la dicotomía ritual/secular: que rara vez ha resultado ser útil al examinar las culturas andinas estas deben ser investigadas primero dentro del contexto de su propia percepción de la realidad de su propia cosmología-; sólo entonces podremos comparar sus soluciones a los problemas organizativos y ecológicos con las soluciones a que otras culturas llegaron.

Para los arqueólogos, el problema siempre consiste en dónde encontrar nuestros modelos. ¿Podemos usar datos etnográficos y etnohistóricos para reconstruir las culturas prehispánicas? Creemos, casi como un acto de fe, que debemos hacerlo. Con todo, el hecho de que haya un desacuerdo incluso entre los diccionarios coloniales y el uso moderno de la terminología central para nuestro tema, sugiere que la construcción de modelos no habrá de ser un proceso simple.



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