Como señala Deeds (Nota 757), el documento sobre el cual se basa su transcripción es, probablemente, el manuscrito original. Hay indicaciones de que el autor compuso el documento a la vez que lo redactaba. Como también lo, observa Deeds, es claro que el autor era uno de los dos (o quizás uno de los cuatro) primeros agustinos enviados a Huamachuco; escribió el documento en España y la fecha probable de la composición es 1560. Tomando como fundamento el hecho de que Juan de San Pedro fue a España en febrero de 1559 y regresó al Perú en 1563 (Calancha 1974-1982) ¿1638?:2064-2065), Deeds sugiere que él es el autor más verosímil. El documento puede haber sido escrito, parcialmente, para justificar la necesidad urgente de más sacerdotes en las misiones peruanas.
El texto se constituye en una fuente etnográfica única. Como veremos, la lista de lugares sagrados tiene una perspectiva regional. Usando Huamachuco como base de operaciones, los agustinos realizaban su proselitismo en toda la Encomienda de Juan de Sandoval la misma que se componía de la mayor parte de los territorios originales de la provincia incaica de Huamachuco. (Ver figura 6).
El documento tiene un carácter de muy temprano. Muchos documentos que tratan de idolatrías fueron resultados del "shock" producido por el movimiento del Taqui Ongoy al final de la década de 1560 (Duviols 1967, Millones 1971) o de la campaña contra las idolatrfas, llevada a cabo aún más tarde, en la primera mitad del s. XVII (Arriaga 1968, ¿1621?, Duviols 1986, Huertas 1981). Las reducciones toledanas, que siguen inmediatamente después del Taqui Ongoy y que son consecuencia parcial del mismo, alteraron drásticamente los patrones andinos de asentamiento. Aunque ya había habido cierta disminución poblacional y reducciones en pequeña escala, el documento de los agustinos recoge observaciones sobre el patrón espacial de los lugares sagrados antes de que se hubiesen producido mayores alteraciones en el patrón tradicional del asentamiento. Aunque ellos realizan estas observaciones en un corto período de tiempo (desde 1551 a 1560) se refieren a acontecimientos que observaron durante su permanencia en Huamachuco.
El aútor da cuenta también de la creación, o descubrimiento, de nuevas huacas por parte de los indígenas. De este modo, sus observaciones consignan una situación cambiante que refleja, en grados diversos, una antigua tradición religiosa incrementada por elementos introducidos por los Incas y por las innovaciones que siguieron a la conquista. En mi opinión, la situación documentada en Huamachuco parece más dinámica que la de los otros autores mencionados más arriba. Sin embargo, el documento de los agustinos parece menos organizado y más ingenuo que los otros relatos.
El autor anuncia un esquema tripartito y lo sigue por un gran trecho. Sin embargo, a diferencia de otros autores que claramente clasifican los muchos tipos de huacas existentes, nuestro autor reconoce sólo algunas (como huanca o guachecoales) y parece no reconocer otras. Por ejemplo: se reporta el hallazgo de los cuerpos de algunos ancestros pero no se menciona un culto generalizado a los ancestros. Del mismo modo, en una parte del manuscrito se da cuenta de un número de conopas (f.15) pero no se dan los nombres nativos para esta clase de huacas; en vez de eso, son ubicadas dentro del término romano de ídolos domésticos.
La tripartita organización del autor, de hecho, parece reflejar la teología romana católica más que la clasificación indígena. El somete a discusión en primer lugar los sentimientos de los huamachuquinos sobre Dios (nótese que la palabra con que el manuscrito se refiere a Dios es singular), le sigue la información sobre su método de ordenación y confesión; y, sólo al final, se encuentran los objetos específicos de culto y las prácticas herbolarias. Esta misma perspectiva hispánica puede ser reconocida en el hecho de cómo el autor trata por extenso la descripción de la principal divinidad como parte de una falsa trinidad, mientras que nunca menciona la existencia de los manantiales, lagos o cerros sagrados. En lugar de eso, el autor enfatiza sistemáticamente y por igual a una más bien abstracta y todopoderosa divinidad y a sus celestiales servidores, o ídolos movibles: es decir "ídolos" en el sentido más literal. La excepción a esto la constituye la discusión sobre eI culto a los cuerpos celestes.
EI resultado es un muy valioso y único documento escrito por alguien que estaba personalmente involucrado en la lucha contra una religión que no había entendido completamente. Anticipo cuáles son los dos principales problemas que se encuentran en el intento de usar un documento de esta naturaleza. El primero se debe a que, estando su organización basada, en parte, sobre la lógica cristiana, no valorará, en forma precisa y constante, la importancia de las huacas y los dioses; y me refiero tanto a la importancia intrínseca de una huaca en particular como la importancia relativa entre las huacas o entre las clases de huacas. El segundo: es claro que algunas huacas "naturales" han sido omitidas; el autor lo afirma claramente y da como razón el que, siendo muy numerosas, él solo puede enlistar algunas y, por consiguiente, entrega una lista incompleta. Algunas de éstas huacas perdidas son probablemente "lugares" no modificados (más que objetos artificiales movibles) que tendrían una importancia especial en el tipo de estudio que aquí estoy intentando.