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Análisis e Interpretación del Sitio y de las Investigaciones

Hemos desarrollado un parte de nuestra interpretación del sitio en las secciones previas, cuando describimos la ubicación y componentes del sitio, las unidades de excavación, la estratigrafia, y el análisis preliminar de colecciones. Aquí presentaremos un resumen breve antes de enfocamos en una exposición del simbolismo incorporado en el santuario tardío.

La mejor evidencia para la ocupación temprana del sitio viene de la construcción que denominamos el edificio temprano. Fue un edificio monumental que tuvo un techo de paja. El techo quemo durante el Horizonte Medio. El incendio podría fechar a mas o menos 700 DC, quizás fue seguido por una recusación y un otro incendio alrededor 800 DC. La evidencia para una reocupación es mejor en la antesala (o sea, entre Muros 3 y 4), pero no es incontrovertible; la evidencia consiste mayormente de unas alineaciones de piedras descansando sobre la tierra quemada. Mientras que podemos fechar su abandono apartir de 800 DC aproximadamente, la fecha de su construcción no se conoce con seguridad. Sin embargo, hay indicaciones que el edificio temprano tuvo una ocupación larga. La estratigrafía en el extremo este de la trinchera sugiere que acumulaban tres pisos de ocupación afuera del edificio durante su ocupación.

Sorprendentemente, la corte de prueba en la plataforma sur sugiere que esta también fue construido antes del montículo central. Además, el fechamiento del material quemada sobre el piso sugiere la posibilidad de que una gran parte del sitio se quemo alrededor 700 DC.

Los materiales asociados con la ocupación temprano sugieren que la preparación y el consumo de comida fue una actividad importante. La cantidad de cuencos presentes en los niveles tempranos, la presencia de almidón de maíz adhiriendo a los interiores de unos tiestos, y la variedad de piedras de moler podrían ser compatible con la sugerencia que la comida en cuestión fue sanco.

El santuario tardío fue construido apartir de 800 DC y también tuvo un periodo largo de uso. Hay pocos artefactos bien asociados con el santuario, pero mas generalmente en los niveles tardíos encontramos materiales que contraste con los materiales en los niveles tempranas. Hay, por ejemplo, más coladores, menos cuencos, y mas jarras grandes. Parece, también, que la mayoría de las piedras de moler encontradas en los niveles tardíos fueron o rotas o reutilizadas en los muros. Así, posiblemente el énfasis fue en la preparación y el consume de chicha.

Mientras que el cambio desde un énfasis en el consume de sanco a un énfasis en el consume de chicha es, con nuestro estado de conocimiento, una interpretación preliminar, podría encajarse con otros aspectos simbólicos del santuario tardío. El simbolismo enfatiza el flujo de líquidos, elementos fálicos, la vinculación entre el santuario y el cerro, y Catequil como dios de relámpagos.

Recuerda que los padres agustinos (San Pedro 1992) nos dicen que el cerro de la huaca tuvo tres penas, la una fue Catequil, otra su hermano, y la tercera su madre. Al parecer, el montículo es una imitación del cerro mismo. Vista desde el sitio, el cerro tiene la forma de un "U" abierto y el montículo tiene esta misma forma. La única diferencia es que el "U" del montículo se abre al este y lo del cerro se abre al sureste. La plataforma sur, que es alta y parada, imita la peña parada sur del cerro, mientras que la plataforma norte, que es mas baja y tendida, imita la pena norte. El adoratorio, con sus muros gruesos, podría ha sido un edificio alto, casi como un torre; así, el adoratorio podría a ser construido en imitación de la peña central, o sea, la peña de Catequil. Cabe notar que la pena central y la peña sur son rocas paradas (o fálicas) y podrían corresponder a los dioses masculinos, Catequil y Piguerao, mientras que la pena norteña puede identificarse con la madre, Cautaguan.

Además, el montículo incorporo piedras enormes procedentes de las peñas (véase Figura 27). Hay piedras que miden hasta 5 x 8 x 3 m. Estas piedras cayeron del cerro en la antig�edad, pero el pie del cerro queda a unos 500 m del montículo. Las piedras tuvieron que ser jalados esta distancia por fuerza humana. Quizás la idea fue incorporar el ser del cerro en el montículo.

Muchos chorrillos de agua tiene sus fuentes en la loma de cerro y corren abajo para llegar al llano pantanoso en que se sitúa el montículo. El santuario también tiene sus chorrillos de líquido. Estos son el canal oracular y el canal de ofrendas (Figura 11). Echando líquido en el punto de origen del canal oracular, el líquido habría fluir al oeste hasta el punto en que el canal divide en dos, uno que fluye al norte y el otro que fluye al sur. Liquido en la rama norte habría fluir por el patio, llegando al fin al traspatio. El progreso del liquido en la rama norte habría haber sido visible a los fieles en el patio y traspatio. El líquido en la rama sur fluyo debajo del suelo, fuera de vista. Llegando a la esquina suroeste, alguien afuera del recinto (y fuera de vista) podría ha manipulado el desfogue, para drenar el liquido, o taparlo, para que el líquido siguió corriendo en la rama sur hasta llegar también al traspatio. El si o no de la cuestión habría ha sido proclamado por el líquido llegando al traspatio por una sola rama o por ambas ramas.

No sabemos que liquido fue utilizado en el canal oracular para anunciar los pronósticos, pero el canal para ofrendas probablemente recibió libaciones de chicha. Las libaciones fueron derramadas en los dos recipientes ubicadas en el traspatio, probablemente por la gente fiel que participaban en los ritos. También unas libaciones fueron derramadas en el recipiente en el adoratorio, probablemente por un sacerdote. Como los recipientes fueron llenos de cantos rodados, las libaciones fluyeron entre los cantos del recipiente en la misma manera que el agua del río fluye entre los cantos en su cauce. Cabe notar que el agua que corre rápido frecuentemente tiene una significación masculina. Así, en el famoso dibujo de Pachacuti Yamqui * el Pilcomayo - el río de color rojo por la cantidad de lodo que lleva - aparece en el lado masculino del dibujo (véase Figura 28). Por lo tanto, el flujo de chicha por los recipientes y canales no solamente es una ofrenda a Catequil, es un recuerdo de su rol como el dios que trae las lluvias fuertes, aguacerros, y tormentas eléctricas.

Catequil, como dios del relámpago, hace los rayos y truenos tirando piedras con su honda o huaraca. Las piedras que utilizaban los antiguos peruanos tirar con honda fueron precisamente iguales a las piedras que encontramos en los recipientes y en el pavimento. Son piedras cantos rodados mas o menos el tamaño de un huevo de gallina. Significativamente, Cieza nos comenta que los huamachuquinos adoraban piedras de varios colores del tamaño de huevos y que las tenían en sus templos (Cieza de León 1984 [1553]). Hasta el día de hoy, los campesinos de la zona tiene la creencia que donde cayo un rayo, debe encontrar una piedra canto rodado.

Por todo eso, podemos entender mejor el porque de las ofrendas post-destrucción. Después de la destrucción del santuario de Catequil por los padres agustinos, los fieles regresaron al lugar y ofrecieron valvas de Spondylus, cantos rodados, y jarras en la forma de aribalos. Las valvas de Spondylus son bien conocidos como "hijas del mar," con el poder de traer las lluvias a la serranía. Ahora, podemos entender las varias significancias de los cantos rodados dentro del culto de Catequil. Las jarras son recipientes de líquido - sustancia íntimamente asociado con Catequil - tanto en Namanchugo como en el Ecuador; la forma de aribalos tal vez es un recuerdo del poder y el patrocinio de los Incas antes de la conquista española.



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