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SALA TEMATICA :
Huaca de La Luna


Sala del Museo

Huaca de la Luna, uno de los santuarios más notables del antiguo Perú, forma parte del centro urbano ceremonial Moche, capital de la cultura del mismo nombre, que se desarrolló entre los siglos I al VIII de nuestra era.

En su época de mayor apogeo, entre los años 450 y 550 d.C., los Moche llegaron a dominar un amplio territorio de la costa, extendiendo su influencia desde Piura por el norte hasta Huarmey en el sur. Fue durante este tiempo que surgieron las ciudades, florecieron las artes y las técnicas alcanzaron sus más alto grado de desarrollo.

La antigua capital Moche, ubicada al pie de Cerro Blanco en la parte baja del valle de Santa Catalina, a una distancia de 6 kilómetros desde el litoral, está compuesta por dos grandes plataformas escalonadas conocidas como Huaca del Sol y Huaca de la Luna, el asentamiento poblacional localizado sobre la planicie entre ambos edificios y los cementerios.

Si bien la mayoría de los restos son de época Moche, el sitio presenta evidencias de ocupación más antigua, correspondiente a la cultura Virú o Gallinazo, que se remonta al siglo III a.C.

Después de su abandono por la población mochica, siguió siendo utilizado hasta tiempos Chimú, años antes de la llegada de los conquistadores europeos en 1532.

Huaca de la Luna está compuesta por una serie de plataformas superpuestas, recintos y patios donde se realizaban ceremonias y sacrificios. Destaca la Plataforma I, estructura cuadrangular maciza fabricada con adobes, de 95 metros por lado y 20 metros de altura, donde se ha identificado hasta seis etapas constructivas superpuestas, producto del «enterramiento» del viejo edificio para construir uno nuevo, tradición que permitió conservar gran parte de las construcciones precedentes.


Mural

Sus muros fueron pintados con pigmentos de origen mineral, a veces de un solo color, blanco, rojo, amarillo o azul. En otros se plasmaron imágenes naturalistas o estilizadas de personas, animales y motivos geométricos de variado colorido. También fueron decorados con frisos polícromos en alto relieve que representan temas similares a los desarrollados en la pintura mural.

De los alto relieves sobresale un rostro frontal, inscrito dentro de un rombo enmarcado por una banda con grecas en forma de serpientes o peces estilizados. Rostros menores similares aparecen al interior de pequeños triángulos que alternan con los primeros.

Esta misma representación, que aparece también en pinturas murales y decora varias de las etapas constructivas en Huaca de la Luna, ha sido identificada en la iconografía mochica con el personaje denominado como el «Demonio de las cejas prominentes» o «Decapitador alado», divinidad Moche a la que estuvo dedicado el santuario de Huaca de la Luna.

A poca profundidad de la superficie, bajo capas de sedimentos de arcilla y arena, el asentamiento poblacional se extiende por más de un kilómetro de largo sobre la planicie entre ambas huacas. Se ha puesto al descubierto las residencias de elite, las viviendas y talleres de artesanos, plazas, calles, canales de abastecimiento de agua, depósitos y demás instalaciones de la ciudad que fue hace 1500 años capital del Estado Moche.

La población asentada en el centro urbano estaba compuesta por especialistas a tiempo completo, siendo los sacerdotes y guerreros los más poderosos. Sus viviendas fueron también construidas en adobe, con las paredes y los pisos cubiertos con finos enlucidos.

En un sector al sur delcentro urbano se ha excavado un taller de ceramistas, dedicados a la producción de las vasijas finas utilizadas en diferentes rituales. Allí sen ha encontrado los hornos, grandes vasijas de almacenamiento, arcilla cruda, moldes y demás instrumentos utilizados por los maestros artesanos, responsables de una de las expresiones más reconocidas del arte Moche, su cerámica.

DESCUBRIENDO LAS TUMBAS


Tumba

A comienzos de nuestra era, los Moche alcanzaron el más alto grado de sofisticación y fastuosidad en el entierro de sus difuntos, variando la forma de hacerlo según el rango social o el rol que desempañaron en vida.

Mientras más rico el individuo, mayor la cantidad y calidad de las ofrendas. Los entierros simples llevaban algunas pocas piezas, otros ninguna. En los más elaborados, por el contrario, se depositaban decenas de vasijas, joyas y alimentos. Algunos señores fueron enterrados con acompañantes, sacrificados para que les sirvieran en el otro mundo.

Uno de los entierros más significativos de Huaca de la Luna es la Tumba II. La cámara sepulcral es de forma rectangular y estuvo sellada por una falsa bóveda hecha con adobes.

En su interior se encontró el sarcófago de cañas, en el que se halló el esqueleto de un individuo adulto, de sexo masculino, que había sido colocado en posición decúbito dorsal, con piernas y brazos extendidos. La cabeza, con una larga cabellera trenzada, estaba ligeramente levantada, mirando hacia el norte.

Esta persona fue cuidadosamente vestida y enfardada. Sobre las telas que cubrían la cabeza se cosió un tocado de cobre dorado, que representa un felino. En el pecho llevaba un pectoral de láminas del mismo material cosidas a la ropa del personaje. Otras pequeñas placas de cobre, envueltas con trozos de tela, fueron colocadas en el interior de la boca y sobre los pies. Las piezas más significativas fueron un calero de cobre dorado y una espátula, encontradas a la altura de las manos.


Cerámica Pato Guerrero

Sobre el fardo funerario y a la altura de las piernas, fueron colocados un florero y una botella escultórica de excepcional belleza, en forma de pato guerrero portando porra y escudo. Estas dos piezas de cerámica, hoy restauradas, fueron rotas intencionadamente al realizarse el entierro. El contenido del sarcófago fue totalmente cubierto con grandes mates. Sobre su tapa, cerca de los pies, se colocaron tres vasijas, mientras que a los costados se depositaron otros ceramios. Predominan las botellas globulares de asa estribo con representaciones de aves marinas.

Completaban el ajuar funerario varios mates, algunos de los cuales contenían pedazos de llama, paltas, maíz, pequeños reptiles y roedores. En el interior de la tumba se hallaron también semillas de coca, mate y guayaba.

Los objetos asociados de esta tumba, íntimamente ligada al proceso de «enterramiento» de un viejo templo, corresponden a la fase IV de la cultura Moche, época de apogeo de esta civilización entre los años 450 y 550 de nuestra era.

El calero y la espátula son objetos representados en escenas rituales pintadas por los Moche sobre su cerámica, lo que permite reconocer el personaje enterrado como uno de los oficiantes o sacerdotes que participan en las mismas.

CEREMONIALES CHIMU


Cerámica Chimú

En la Plataforma I de Huaca de la Luna se halló una tumba Chimú profanada durante el Período Virreinal. El ajuar funerario estaba compuesto por varias escenas con figurillas y un modelo arquitectónico de madera, montados sobre soportes de carrizo forrados con tejido de algodón, una litera de cobre y caña decorada con semillas cosidas al forro de tela, así como un asiento y respaldar decorados con diseños geométricos formados por hilos de colores.

Se encontró también envoltorios de tela con semillas de ishpingo y huayruro, piezas de tela enrollada, paños decorados y un tocado de plumas además de numerosas conchas de Conus y Spondylus, así como más de un millar de fragmentos trabajados de ambas especies.

Debajo del ajuar recuperado se encontró el esqueleto de un joven de unos 10 a 15 años, que por su  cercanía con los envoltorios y demás especímenes descritos, parece corresponder al personaje principal enterrado. Se encontró asimismo gran cantidad de huesos humanos y de camélidos, probablemente de los acompañantes y animales sacrificados. Por sus características, esta tumba fechada entre 1440 y 1665 d.C., debió pertenecer a un dignatario o descendiente noble de la elite Chimú

Las figurillas de madera con incrustaciones de nácar cosidas a los soportes, representan a personas y animales que forman el acompañamiento en una ceremonia de entierro. Hay dos escenificaciones del traslado de difuntos de alto rango transportados por cargadores. Acompañan al cortejo fúnrbre otros individuos, algunos cargando niños, monos y ceramios.

En otra escena aparecen portadores de ofrendas, como canastas y cabezas trofeo. Una cuarta escena es la de un flautista seguido por llamas, dos de las cuales llevan carga. Finalmente, en la quinta escena, aparece un prisionero atado de manos, precedido por dos portadores de cabezas trofeo y un flautista.


Maqueta de madera

El modelo arquitectónico reproduce la forma de las plazas que existen en Chan Chan. Presenta la entrada al recinto, dos banquetas laterales y una frontal, un dosel central sostenido con postes, así como una rampa que conduce al acceso superior y que comunica con una habitación estrecha. Muros y cubiertas muestran decorción con fihuras de peces en plano relieve.

Esta maqueta sirve de escenario a un conjunto de personajes que cumplen varios papeles. Sentados delante de la banqueta frontal, dos grupos de músicos soplan instrumentos de viento y tocan tambores; otros llevan canastas con mates y pescados sobre la cabeza y uno carga un gran pescado sobre sus hombros. Un pequeño jorobado sentado al costado de un porongo, sostiene una cuchara en su mano.

Otros de pie, sobre las banquetas laterales y en diferentes puntos de la plaza, observan el desarrollo de la ceremonia, dirigida por un sacerdote jorobado, que en actitud reverente, ofrece una copa a la momia del rey. Dos momias enfardadas de mujeres tejedoras descansan dentro de la habitación posterior.

Todos estos objetos, de extraordinario valor documental, adquieren vida toda vez que permiten reconstruir los ceremoniales andinos ligados a los ritos funerarios, al culto a los ancestros así como a interpretar correctamente la función de los espacios arquitectónicos.



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