En la actualidad, en el Complejo Arqueológico "El Brujo", cerca del pueblo de
Magdalena de Cao, en el valle Chicama (al norte de la ciudad de Trujillo), se
descubrieron conjuntos de relieves policromados en la Huaca Cao Viejo, con
temáticas similares a las representadas en ceramios pictográficos. Aquí podemos
observar escenas relacionadas a personajes prisioneros que se encuentran
desfilando atados por las manos, totalmente desnudos y en tamaño natural; la
representación de un impresionante degollador de niños; un panel de estilo
barroco, con representaciones sacralizadas con diferentes elementos relacionados
a la flora y fauna de la región. Destaca igualmente, en un panel, una deidad de
mucha tradición iconográfica mochica: el cangrejo. Se advierte también una gran
escenografía de personajes tomados de las manos en cierta danza festiva. Debemos
destacar así mismo el descubrimiento de una pintura mural en el cielo raso del
recinto que se halla en el frontis del monumento, tal hallazgo permitió tener un
mayor conocimiento de esta cultura y especialmente de su interesante
arquitectura y decorados. En recientes investigaciones realizadas en la Huaca de La Luna (1993) un equipo
de trabajo, descubrió un panel policromado con relieves, cuya representación
principal es un rostro en forma de mascarón mitológico con atributos felínicos
del personaje supremo "Ai Apaec", de cejas prominentes, boca
completamente abierta, que muestra agresivos y filudos colmillos. El rostro se
encuentra rodeado de una serie de volutas de color negro en fondo blanco, y en
la parte central de un rombo, que a su vez, está delimitado por bandas diseñadas
con motivos geométricos que representan cabezas de rayas marinas estilizadas en
planos relieves de color amarillo y negro en la parte rebajada. Se recuerda que entre los años 1925 y 1926 se registraron relieves policromados
que representan guerreros en fila y de perfil, y una pintura mural denominada
"La Rebelión de los Artefactos". Por referencia verbal de un anciano de la
Campiña de Moche, reveló que se trataba, efectivamente, de una rebelión, según
él... "llegó una época conflictiva en estos lares. Había enfrentamientos y
crueles batallas; la tierra y ríos se tiñeron de sangre; las armas ya estaban
cansadas de matar y mancharse. Una noche, los instrumentos de guerra acordaron
rebelarse, aprovechando el cansancio de los guerreros, y así fue. Las armas se transformaron en seres humanos y de inmediato tomaron prisioneros a
los guerreros y a sus jefes; y les enseñaron a no pelear, si no a vivir unidos.
Los hombres comprendieron, y se dedicaron a trabajar, bailar, cantar juntos, y
las tierras comenzaron a producir abundantes alimentos". En febrero de 1955, se descubrió en la Huaca de La Luna un muro pintado,
dividido en cuadros de dos motivos alternos. Igualmente, en Pañamarca (Valle de Nepeña), se descubrió un mural que representa
una escena completa de supuesto ritual, denominada la "Presentación". De acuerdo a estudios realizados, los Mochicas sepultaban a sus muertos en
posición de cúbito dorsal y con una o ambas manos sobre la región sacra portando
dentro de ellas láminas de oro, plata, cobre o champi. Se calcula el promedio de
estatura en las mujeres de 1,46 cm. y en los hombres de 1,57 cm. siendo el
promedio de vida 50 años. La estructura humana generalmente poseía cráneos
dolicocéfalos, amplio tórax y fornidos miembros inferiores. El Antropólogo físico John W. Verano, se encuentra reportando valiosa
información sobre las características físicas (edad, sexo, deformaciones),
demografía, condiciones de salud (patologías) y tipos de cercenamientos
relacionados a sacrificios humanos a través del estudio de los restos óseos
descubiertos en los complejos arqueológicos de Pacatnamú, el Brujo, Sipán, San
José de Moro y la Huaca de la Luna de la Sociedad Mochica. Uno de los primeros descubrimentos científicos de tumbas Mochicas, fue realizado
en el año 1946 en el valle de Virú- Huaca de La Cruz, por el Dr. Ducan Strong,
se trata de un sarcófago fabricado de carrizos, y cubierto con tejidos de
algodón. Se determinó que pertenecieron a un dignatario guerrero; acompañando a
este personaje, se encontraron más de un centenar de ofrendas, consistentes en
ceramios, esculturas en madera y hueso, spondilus, mates, textiles, tocados de
plumas, metales, etc. En el año 1939, don Max Díaz , reportó el hallazgo de una tumba en el paraje de
Magdalena de Cao, en la parte baja del Valle de Chicama, cerca al mar. La tumba
estaba hecha con adobes rectangulares. Sus dimensiones eran: 2,40 metros de
largo por 1,50 metros de ancho y 55 cm de profundidad. Las ofrendas funerarias
encontradas junto a la momia fueron seis piezas: tres ceramios y tres láminas de
cobre dorado. Mario Polía Mecone, registró en el Cerro Aypate, en Piura, una tumba; se trataba
de un personaje de 1,65 metros de estatura, en buen estado de conservación.
Entre las ofrendas con que fue sepultado, se cuenta una nariguera, pendientes y
un cuchillo ceremonial, todo ello en oro. En las excavaciones realizadas en San José de Moro (Jequetepeque), se ubicaron
contextos funerarios (tumbas de pozo, de bota y cámara) pertenecientes a las
ocupaciones Mochica III, V debemos resaltar el hallazgo de tres contextos
funerarios de personajes femeninos de élite Mochica, a través de Lambayeque,
Cajamarca y Chimú se definió la organización social durante Mochica tardío con
valiosas muestras de cerámica decorada, objetos de metal y otros materiales
rituales, igualmente esn estos contextos funerarios se encontró un conjunto de
materiales importados del Ecuador, de la Sierra Norte y Central y de la Costa
Central del Perú. En 1992 se registró una tumba asociada a ceramios del estilo Mochica I, saqueada
en la Mina, ubicada en la Provincia de Pacasmayo, distrito de Jequetepeque, se
trata de una cámara funeraria totalmente decorada en base a dos diseños que se
repiten que tenía 3,12 m. de largo y 2,12 m. de ancho y la base de la estructura
se encontraba a 9 m. de profundidad con respecto a la superficie. De los grandes hallazgos que han conmocionado al mundo científico, el mayor es
el que se ha registrado en Sipán - Departamento de Lambayeque. Este complejo
arqueológico es un monumento piramidal construido con adobes. En 1989 es
descubierto por un grupo de huaqueros, traficantes de tesoros y de inmediato
sufre una demencial profanación y saqueo en uno de sus fosarios principales. El mausoleo contiene seis sepulturas: a los pies y a la cabeza del sarcófago de
madera del "Señor de Sipán" se encuentran las tumbas de dos mujeres; luego, la
de un hombre fuertemente armado; otra osamenta de un segundo hombre, un
"vigilante" del panteón, y junto a los pies, en la misma urna, se encuentra el
esqueleto de un perro. Hasta el momento se ha llegado a encontrar en el mausoleo de Sipán más de 1000
piezas y objetos de valor cultural que están aportando excelente información
para comprender a la esplendorosa cultura Mochica. La autoridad suprema Mochica estaba magnificada con múltiples símbolos que
debieron hacerla temible dentro de su gobierno rígidamente organizado.
Los cuadrados pintados miden 74 cm, otros 72 cm y los espacios intermedios 11
cm. En el primer motivo se observa una figura humana de pie, con un tocado de
serpientes encrestadas, con cabeza en perfil, boca abierta y ojo alado. En los
laterales se encuentran las figuras de dos serpientes, semi enroscadas,
verticalmente, con tres cabezas, dos terminales y una central, con cresta u
oreja. El otro motivo presenta cabezas humanas y zoomorfas estilizadas, y en la
parte central cuadrados blancos con decoraciones simétricas en aspa, sobresalen
en este mural el ocre amarillo, rojo indio, negro, blanco, azul y verde.
En Pampa Grande (Lambayeque) y en Pacatnamú (Pacasmayo-Guadalupe), también
existen murales y relieves en los que sobresalen los colores rojo, amarillo, de
Huaca Mayanga. En una cámara funeraria ubicada en la Mina (Valle de
Jequetepeque) se ha registrado una Pintura Mural decorada con ocho colores, los
motivos han sido denominados como "símbolo del mar" siendo el símbolo central el
de una serpiente bicéfala. Debieron de existir 60 símbolos escalonados en el
zócalo de la cámara funeraria.
Las tumbas Mochica eran fosarios o sarcófagos rectangulares, construídos de
adobe, caña y piedra. Las principales ofrendas fueron los ceramios, y todo lo
que en vida tuvieron.
Entre las manos cruzadas sobre el pecho del cadáver se encontró una lanza, le
adornaba también un collar hecho con cuentas de jade y estaba vestido con una
camisola de algodón con pequeñas láminas de plata y cobre. Otras tres personas
sin ornamentos fueron enterradas al mismo tiempo que el curaca, posiblemente sus
servidores, cuyos cuerpos estaban en la parte delantera de la cámara funeraria
donde fue colocado el jefe. Un cuarto cuerpo, posiblemente de su esposa, estaba
colocado al lado del personaje, portando pendientes de cobre.
Posteriormente los arqueólogos Walter Alva Alva y Luis Chero Zurita
reconstruyeron y descubrieron una tumba real con un personaje que ha sido
bautizado con el nombre de "Señor de Sipán". De acuerdo a investigaciones, se
trataría de un importante dignatario de la región sepultado con esposas,
servidores más directos, y un animal canino (perro) sacrificado especialmente
para acompañar al gran señor en su viaje a la eternidad.
Asociadas al contexto, se ha registrado múltiples ofrendas para homenajear y
distinguir la alta jerarquía del "Señor de Sipán" y sus acompañantes. Este
personaje principal porta una coraza en el pecho, compuesta de un sin número de
pequeñas láminas de cobre dorado, un cetro, máscara, nariguera, orejeras,
diadema, puñal de sacrificios, collares y otros objetos suntuarios
confeccionados en oro, plata y cobre dorado. El cuerpo fue envuelto con paños y
embellecido con cuentas; el torso y los muslos adornados también con collares de
huesos y turquesas, etc.
Cabe destacar que en este mismo complejo arqueológico se han logrado descubrir
dos tumbas más, una de ellas identificada como la de un dignatario bautizado
como "Viejo Señor de Sipán" y la otra, como la de un personaje denominado
"Sacerdote" de élite.
La parafernalia de instrumentos musicales Mochica es muy variada y confeccionada
con arcilla, metal, hueso y carrizo. Es con estas flautas de pan o "antaras", y
con las ocarinas, tamboriles, trompetas, cornetas, sonajas, cascabeles, pututos
y pitos, que dieron armonía rítmica a sus danzas, acompañados de imponentes
himnos marciales y religiosos, cantos de amor y dolor, de muerte, de vida y de
triunfos. Los instrumentos musicales del Pueblo Mochica son objetos sonoros
acústicamente bien conformados.
La cultura Mochica esta considerada como una sociedad Teocrática con fuerte
sustento militar. En las batallas, los altos jefes guerreros estuvieron
lujosamente ataviados con cascos, orejeras, pectorales, muñequeras y anillos de
metal. Usaban túnicas, faldones, tocados de vistosos colores confeccionados
diestramente con plumas, sandalias elaboradas de cuero de llama y otros
artículos.
Los guerreros comunes utilizaban cascos semicirculares o cónicos, armas defensivas y ofensivas como lanzas, mazos, estólicas para lanzar dardos, escudos, protectores, hondas y cuchillos semicirculares.
La caza y la pesca fueron por excelencia actividades realizadas para el consumo. Para la caza utilizaron redes, hondas, lanzas y dardos arrojados por la estólica. Con la cerbatana cazaban venados y aves en presencia de los grandes gobernantes, tal como lo evidencian las escenas pictográficas de los ceramios.
En cuanto a la pesca, utilizaron balsas de buen tamaño y pequeñas embarcaciones
hoy llamados "Caballitos de Totora", sus implementos fueron redes, flotadores de
lagenaria, anzuelos de huesos y metal y arpones de metal. Los Mochica fueron
excelentes navegantes del mar, y soberbios nadadores. Las naves estaban
confeccionadas de totoras (Scirpus), complementadas con remos hechos de
guarango, también con haces de cañas atadas unos a otros, con troncos, vigas o
palos de balsas. Queda comprobado que estas embarcaciones podían cruzar
distancias del Pacífico, cuando Thor Heyerdahl, en 1947, navegó hasta la
Polinesia; para demostrar que éstas islas fueron colonizadas por antiguos
navegantes peruanos hace más de 1500 años. Cuando describe "La balsa salió
asombrosamente bien de la prueba, trepando ágil a la cresta de las olas más
altas" equipadas con congrejeras y redes de pescar. Las primeras
representaciones de estos "Caballitos de Totora" se registran en la cerámica de
la cultura Virú.
Hoy en día, estas originales embarcaciones son utilizadas en la pesca artesanal
en algunas caletas de la costa norte, como en Huanchaco, El Brujo (Trujillo),
Pimentel (Lambayeque).
La economía Mochica se basó en la agricultura como actividad básica y principal.
Construyeron estupendas obras de irrigación de cientos de kilómetros de largo,
como el de la Cumbre, que tiene 113 km. de longitud y otros canales que bordean
los valles de Mochica, Chicama y Virú. Edificaron grandes reservorios con
capacidad de millones de metros cúbicos de agua, como el de Ascope que tiene
1400 metros de longitud, 15 metros de alto, terraplenados.
Cutivaron muchas variedades de productos agrícolas, y en gran escala, como maíz,
yuca, achira, tabaco, coca, calabaza, quinua, llacón, pallares, ají, camote,
olluco, papa, loche, maní, frijol, zapallo, machua. Frutales como la granadilla,
lúcuma, chirimoya, guanábana, pacae (guaba), níspero, pepino, berenjena,
maracuyá, tumbo, troja de algarrobo, poroto, tuna, palta, etc.
Esta dieta alimenticia complementada con los variados y ricos recursos marinos
era reforzada también con el consumo de carnes de cuy, llama, venado y aves.
Fácilmente llegaron a completar las necesidades mínimas de humedad, fibra,
proteínas, grasa, almidón, carbohidratos, calorías glúcidos, fósforo, calcio,
hierro, cenizas, sílice, vitaminas; que requiere el cuerpo humano para su
desarrollo y vida sana. Solamente como ejemplo nos referimos brevemente al maíz,
que fue el alimento más importante de la época preinca e inca, se le puede
preparar como cancha, mote, harina para panecillos, harina para mazamorra y
caldos, molidos para pasteles y bebidas.
Según la tabla de Knight demuestra la composición del maíz: Harina de Maíz
(Nitrogenados 14,00; Grasa 3.80, Hidrocarburos digeribles y Celulosa 70,68;
Cenizas 0,86; Agua 10,60), para sosegar la sed y alegrar las fiestas, elaboraron
la chicha fermentando el maíz (jora) y otros frutos como el molle y el maní. No
fue tampoco desconocido el uso de infinidad de plantas y hierbas medicinales y
espirituosas y otros manjares afrodisíacos, como los cañanes, lacatos de tierra
y avispas fabricadoras de miel.
La vida religiosa de los Moche giraba y se regía por el culto al Felino, el que se encuentra personificado en la divinidad de un dios supremo llamado AI APAEC, que representa a un hombre con grandes colmillos, transformándose en animal, este dios está identificado con viejas herencias ideológicas que vienen desde la época Chavín y complementadas con otras deidades, como la serpiente, el cóndor o el águila como máximas expresiones de poder en todo el proceso cultural andino. Cabe poner en claro que esta inspiración espiritual, fue determinada por su observación del espacio cósmico. Hay una información antiquísima que AI APAEC, era nada menos que una constelación de estrellas.
La curación de enfermedades estaba a cargo de especialistas dotados. Había mujeres dedicadas a estas prácticas que también prestaban servicios como parturientas y curanderas de cabecera. Lucían grandes túnicas que las cubrían hasta los pies. La magia y la hechicería también se ponía en práctica para reconocimiento de síntomas y curación total del paciente. Utilizaron alcaloides, sustancias sicoactivas y feniletilamidas como el Ashango, variedad de cactos (Mezcalina como "El San Pedro", hongos alucinógenos, (L.S.D.) daturas, floripondios, tabaco (nicotina), antibióticos, calmantes, coagulantes, antiinflamatorios. Y una suerte de "radiografía biológica" con el empleo del cuy o conejillo de indias, que tiene la virtud de captar en sus órganos la enfermedad del paciente en proceso de curación. (En la actualidad se continúa con dichas prácticas).
El hechicero elevaba plegarias, entonando cánticos y agitando sonajas de
vegetales, metales y cerámicas. El culto y consumo de plantas como la coca y el
"olluco" dejaron profundas huellas sicofisiológicas en las prácticas del
curanderismo de toda índole. Hay representaciones en ceramios de chacchadores
(Masticadores de coca), utilizando el checo (calabacita) en donde guardaban la
cal, productos de la calcinación de conchitas marinas.
Estos extraían con agujas o palitos el reactivo para precipitar la cocaína,
introduciéndola en la bola de coca. A través de los diferentes brebajes que
conocían los Shamanes podían entrar en trance y predecir el estado de las
personas, comportamientos generales de la naturaleza, y malos o buenos augurios
para el pueblo Mochica.
En los ceramios se registraron ciertas enfermedades patógenas como: Labios
leporinos, jorobados, siameses, afecciones a la columna, crecimiento exagerado
de la cara, manos y pies, presencia de la uta y otros síndromes.
La llama domesticada fue el único animal de carga terrestre, en el que
aparejaban sacos y alforjas con cargas no mayores de 25 kgs.
Para las ceremonias festivas, religiosas, y otras actividades, los Mochicas se
maquillaban los rostros con pintura roja, blanca y negra; conocieron tambien en
arte del tatuaje mediante incisiones en la cara, piernas y brazos con
características de distinción, jerarquía religiosa, militar y social.
En los ceramios pictográficos se observan escenografías de personajes atléticos, que transportaban en pequeñas bolsas de cuero (lo registra Larco Hoyle y se ven en la Tumba del Señor de Sipán) pallares marcados. Quizá podría haberse tratado de ciertos "mensajes". Larco Hoyle, trató de demostrar que los Mochicas conocían la escritura ideolográfica, tomando como evidencias los símbolos que se encuentran representados en los pallares. Pero lo más evidente es que se trataría de ciertos códigos numéricos, esencial para su desarrollo; sin cálculos estadísticos, medidas y pesos no sería posible llegar hasta donde llegaron.
Los Mochicas fueron estupendos fundidores de metales. Conocieron sus propiedades físicosquímicos; desarrrollaron técnicas de manufactura y sobre todo aprendieron la extracción de los minerales y tratamientos metalúrgicos. Dominaban el oro, la plata, el cobre, el plomo, el mercurio y procesos de aleaciones como el bronce el cobre dorado, oro y plata dorada, que son el resultado de la aleación del cobre, oro y plata en especiales proporciones, llamado tumbaga, y en combinación con elementos reactivos, con el objetivo de una depositación electroquímica, usando para ello minerales corrosivos como: sal común, nitrato de potasio, alumbre de potasa, sulfatos dobles de aluminio y potasa, sulfato férrico y cloruro de sodio, antioxidantes, carbón vegetal y greda.
Desarrollaron, así mismo, tecnologías de fundición, refinación, soldaduras al
fuego y al frío, repujado, vaciado a través de moldes, laminados y filigrana,
etc. Confeccionaban una variedad de objetos de uso real, sacro y militar;
también adornos para la élite y domésticos como collares, narigueras, orejeras,
brazaletes, pinzas, sortijas, coronas, pectorales, platos, copas, cuencos;
instrumentos agrícolas, quirúrgicos, cuchillos, máscaras funerarias, protectores
y perfectos instrumentos musicales como sonajas, pitos, quenas, tambores, etc.
Como bien lo señala Heather Lechtman "Las aleaciones de Tumbaga, con sus
propiedades inherentes de enriquecimiento de color, constituyen la contribución
más significativa del nuevo mundo al repertorio del sistema de aleaciones
desarrollado por las sociedades antiguas.
En textilería fueron grandes tramadores, gracias al conocimiento del telar de
cintura; con el algodón y lana confeccionaban bellos y finos tejidos de colores
y variados tonos de rojos, azules, amarillos, blancos, negros y cremas,
extraídos de minerales y vegetales. Estos textiles eran regiamente adornados con
estupendos y artísticas esquematizaciones. De acuerdo al registro iconográfico
las mujeres estaban dedicadas a este trabajo altamente especializado.