Este período, el segundo de nuestra larga historia, corresponde a un largo proceso de experimentación durante el cual el hombre aborigen logró la domesticación de plantas y animales. El hombre pasó de una economía puramente extractiva a una productiva, sustentada en la agricultura y la ganadería.
Alrededor del quinto milenio antes de Cristo, se produjeron cambios climáticos que originaron la desertificación de la costa y la desaparición del hábitat húmedo. Al mismo tiempo se dieron condiciones favorables para la abundancia de recursos marinos, cuya explotación adquirió mayor importancia, lo que a su vez permitió el desarrollo condiciones que llevaron a la domesticación de plantas y animales.
Aunque las primeras aldeas de la costa son el resultado de la explotación de los recursos marinos, el nuevo patrón aldeano recién se estabilizó con el desarrollo de la agricultura. El cambio a una economía productiva implicó la sedentarización de la población, que se plasmó en la construcción de viviendas y centros poblados.
La posterior aparición y desarrollo de grandes edificaciones de carácter público, dedicadas a actividades comunales y ceremoniales, son el producto del énfasis en la recolección marina y del desarrollo de la agricultura, en la medida que permitieron la generación y acumulación de excedentes. Algunos de los sitios más sobresalientes son Huaca Prieta en el valle de Chicama, Alto Salaverry en Moche, Cerro Prieto en Virú, Salinas de Chao y Aspero en Supe.
Para este período, denominado Arcaico, se distinguen dos fases. La más temprana se caracteriza por la experimentación en la domesticación de flora y fauna, que permitió la sedentarización, aunque la gente continuo viviendo en abrigos naturales o campamentos al aire libre. En este momento aparecen los primeros cultígenos, como el pallar, frijol y calabazas.
La fase más tardía, de menor duración, se caracteriza por nuevos descubrimientos y cambios de mayor dinamismo. Se logró el dominio tecnológico del arte de cultivar, apareciendo nuevos cultígenos como el maíz y el algodón. Se establecieron las primeras formas aldeanas con pequeñas viviendas y posteriormente surgieron los centros ceremoniales.
En los centros ceremoniales, a partir de la observación astronómica, se pudo definir los ciclos estacionales, prever el tiempo y aprovechar el período de la llegada de aguas. éstos a la vez posibilitaron la interrelación entre los pueblos de diferentes regiones, contexto en el cual alcanzaron preeminencia los especialistas asociados a dichos centros: los sacerdotes.
Estos sacerdotes debieron justificar su importancia al ponerse como intermediarios entre los hombres y lo desconocido. Para ello concibieron y organizaron el mundo de los dioses, que se plasmaron en representaciones artísticas. Es también a partir de este momento que empezaron a reglamentarse las relaciones entre los grupos sociales.
En síntesis, a partir del dominio tecnológico de la agricultura, la mayor complejización de los asentamientos y los centros ceremoniales, y la organización de un conjunto de ideas sobre las que se sustentaron los grupos dirigentes, se puede afirmar que a fines del Período Arcaico, en el segundo milenio antes de Cristo, estaban dadas las condiciones básicas para el ulterior desarrollo de las etnias y naciones en los Andes Centrales.