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LA GUERRA MOCHICA


Guerrero Mochica - Pintor Wilo Vargas Morales>
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El tema de esta contribución es la contradicción entre la interpretación que 
Moche fue un estado que extendió su dominio por fuerza de armas y la evidencia 
que la guerra Mochica tuvo una naturaleza ritual. Proponemos aqui que podemos 
resolver la contradicción si cambiamos nuestra imagen de la guerra andina.</I>
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Expansión y batalla ritual<p>
La interpretación de Moche como estado expansionista es bien durable. Los 
arqueólogos del Proyecto del Valle de Virú estableciéron una secuencia cultural 
en 1946 en que los Moche se desarrollaron sobre una ocupación Gallinazo bien 
desarrollada. Según sus interpretaciones, sintetizado especialmente por Gordon 
Willey (1953), el Valle podría ha sido unificado políticamente durante la 
ocupación Gallinazo con un asentimiento principal en el "Grupo Gallinazo". En la 
garganta del valle encontraron lo que llamaban ellos "Castillos": pirámides de 
adobes encerrados con murallas y trincheras; los Castillos fueron interpretados 
como fortificaciones puestas estratégicamente para proteger el valle bajo y 
asimismo como sedes administrativas del élite.
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La Cultura Moche sucedió a la Cultura Gallinazo en el valle de Virú y el 
cáracter de la sucesión sugirió que la ocupación Moche resultó de una invasión 
militar. Pues, mientras que Rafael Larco Hoyle (1946: 162; 1948) había mostrado 
que Moche desarrollaba durante cinco fases en los valles de Moche y Chicama, en 
Virú la ocupación Moche comenzó bruscamente en Fase III.
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Además, los Moche estableciéron un nuevo asentimiento en Huancaco con pirámides 
y patios recordando los de las Huacas del Sol y de la Luna en el Valle de Moche.
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Investigaciones en las décadas siguientes en los valles de Santa (Donnan, 1973) y Nepeña (Schaedel, 1951; Proulx, 1982) confirmaban los observaciones de Virú. En estos valles también, la Cultura Moche apareció en la escena ya desarrollado, y estableció complejos nuevos de pirámides y patios. En Nepeña, existía una frontera marcada entre la cultura Moche y la cultura Recuay (Proulx, 1982).

Theresa Topic (1977, 1982) sintetizó los datos hace dos décadas. Sus excavaciones al pie de la Huaca del Sol le permitió confirmar que este sitio fué fundado durante la época Gallinazo y que fué ocupado continuamente durante las fases Moche I a IV. Cortes de prueba dispersos entre las huacas mostraba la expansión horizontal del sitio; un estudio de los adobes de las huacas (Hastings and Moseley, 1975) sugirió que la mano de obra disponible al élite para la construcción de las huacas también crecía continuamente durante fases I a IV. Bueno, la correlación entre la expansión cultural, el crecimiento del supuesto capital, y la ampliación de la base tributario queda bien con la idea de Moche como estado expansionista.

Hasta aquí, hablamos mayormente del valle de Moche y los valles al sur de él. Investigaciones en las últimas dos décadas indican que la situación al norte es mas complicada; ni la secuencia de cerámica ni la secuencia de expansión cultural puede ser interpretada tan fácilmente como en el sur. De hecho, recientemente Izumi Shimada (1994) ha propuesto que había dos estados: el primero con su capital en el valle de Moche y el otro con su capital en los valles de Lambayeque. Según su interpretación los dos estados se desarrollaban paralelamente hasta Moche IV, cuando el estado sureño conquistó el estado norteño y, en Moche V, trasladó su capital a Pampa Grande.

Mientras que la síntesis de Shimada mantiene la interpretación tradicional de Moche como una cultura que extiendió sus fronteras por fuerza de armas, hay otros quienes interpretan la iconografía Mochica como representaciones de batallas rituales, llamados tinku en el Perú y Bolivia y juego de pucará en el Ecuador.

Anne Marie Hocquenghem (1987: cap. 5) interpreta las escenas de batallas en la cerámica Mochica como tinku, subrayando el hecho de que los combatientes no luchan en forma libre, pero si en parejas. Además, análisis de la vestidura y armamentos de los guerreros indica que todos son Mochicas; no hay enfrentamientos entre etnias distintas, como Mochicas contra guerreros Recuay (Donnan 1976: 68; Reichert 1989). Tanto Hocquenghem (1987: cap. 6) como Christopher Donnan (1978: 182) afirman que el objetivo principal de las batallas fue la captura de prisioneros, quienes luego fueron sacrificados. Notable en las representaciones de batallas y sacrificio es la sangre (Arsenault, 1994), y hacer sangrar es un tema acentuado también en las descripciones etnográficas de tinku (Allen 1988: 206 ff; Brownrigg, 1972: 97).


Guerreros>
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De hecho, planteamos aquí que el sacrificio de prisioneros capturados en batalla 
es un motivo arquitípico de la cultura Mochica. Así es que Christopher Donnan, 
quien definía un tema central de la iconografía Mochica -- "el tema de 
presentación", referiendo a la presentación de una tasa de sangre a un sacerdote 
Mochica -- recientemente cambió el nombre del tema a "el tema de sacrificio", 
reconociendo que la presentación de sangre es solamente una escena en una cadena 
de escenas que comienza con la batalla y captura de prisioneros. Asimismo, 
(Donnan, comunicación personal 1996) reconoce que las escenas de la caza de 
venados son relacionados también con el tema de batalla y sacrificio. Bueno, no 
solo la cerámica, pero también la mayoría de murales y relieves en las huacas 
Mochicas -- como los de Pañamarca, Huaca de la Luna, Galindo, Huaca el Brujo, 
Pampa Grande y La Mayanga -- representan escenas relacionadas con el tema de 
sacrificio. Y ahora también se encuentran las tumbas de los sacerdotes 
protagonistas, como la del "Señor de Sipán" y los restos de guerreros 
sacrificados en la Huaca de la Luna.
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Y así regresamos a la problemática: ¿Si la guerra es ritual, que de conquista? 
¿Si las huacas son lugares de sacrificio ritual, donde ubica la administración 
estatal? La actual síntesis de Shimada (1994: 108-110) sirve como un ejemplo del 
problema de interpretación: ha pesar de que se habla de incursiones, conquista, 
y expansión, asimismo el rechaza la idea que los Moche se enfrentaron en 
"verdaderas batallas seculares con fines de expansión territorial" por que, él 
afirma, la iconografía muestra solamente "combate ritual".
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La guerra andina<p>
Recientemente escribimos un artículo acerca del concepto andino de la guerra 
(Topic y Topic 1997). Deseamos resumir brevemente aquí tres pautas que son 
importantes para nuestro tema.
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Primeramente, rechazamos la distinción entre batallas rituales y batallas 
seculares. A base de sus investigaciones en Bolivia, (Tristan Platt, 1986, 
1987;Allen, 1988: 212) distingue tinku de ch'jwa, hablando de tinku 
como una violencia balanceada que ocupa un tiempo y espacio ritual, y de 
ch'ajwa como guerra feroz sobre terrenos y derechos al agua.
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Pero los diccionarios antiguos no confirman esta dicotomía. El léxico de la 
lengua Aymara del Padre Ludovico Bertonio (1984 [1612]: segunda parte, 350) dice 
para "tincutha":
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Encontrarse los exercitos, o bandas contrarios en la guerra, o en los juegos, 
venir a la batalla, comenzar la pelea, y cosas semejantes.
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La definición no distingue claramente entre tinku en el contexto de 
juegos y reglas. La definición de chahuasiña (1984 [1612]: primera parte 
273; segunda parte: 68) :
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Un juego bárbaro que se sacuden [en las piernas con sogas de nervios] unos a 
otros los mocos divididos en vandos y se lastiman muy bien y en cada pueblo 
tienen día señalado para esto.
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Acá el significado de ch'ajwa es al revés de su sentido moderno. En lugar 
de significar la guerra feróz, ch'ajwa es un juego jugado por muchachos.
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Los diccionarios Quechua de Diego González Holguín (1952 [1608]) y Fray Domingo 
de Santo Tomas (1951 [1560]) no contienen definiciones de ch'ajwa, pero 
sí contienen varias anotaciones acerca de la raíz tinku. Una muestra de 
estas anotaciones incluye :
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Tincu. La junta de dos cosas.<BR>
Tincunacuni. Ser contrarios, o competir.<BR>
Tincuni, o tincunacuni, o macanacuni. Reñir o pelear travar la pelea y porfiar.<BR>
Simihuan tincunacuni. Disputar arguyr.<BR>
Tincuk pura. Límites.<BR>
Tincuqquempi sayhuani. Amojonar en su raya o límite.<BR>
Tincuc maciy. Mi contrario en juego o fiesta .
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El concepto general que aquí se trata, del punto donde se une las cosas, 
territorios o gentes opuestas. La significación de tinku está relacionada 
al concepto de yanantin [o sea: servir juntos] (González Holguín 1952 
[1608]: 364), pero tiene mas un sentido de oposición que complementaridad. Tanto 
tinku como yanantin contrastan con chacu y chulla 
(González Holguín 1952 [1608]: 91, 119; Rostworowski, 1983: 22), voces que 
subrayan la diferencia fundamental entre dos cosas.
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La raíz mas relacionada con la guerra en todos los diccionarios es auca. 
González Holguín (1952 [1608]: 37-8) apuntó muchas variaciones y combinaciones a 
base de esta raíz -- todas relacionadas con la guerra, con soldados, con 
maniobras, etc. Pero, algunas frases incluyen también voces derivadas de la raíz 
puklla. González Holguín (1952 [1608]: 293) define pukllay como todo 
tipo de fiestas y recreos.
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En todo esto, no hay palabras que distinguen claramente entre los conceptos de 
guerra feroz y guerra ritual. De hecho, enfrentarse en batalla es equivalente a 
enfrentarse en un juego: La énfasis es en la relación de oposición. Además, el 
concepto de tinku también incluye el sentido de la unión de contrarios; 
en términos espaciales, tinku es el lugar en que dos cosas, dos grupos de 
gente, o dos territorios se unen para formar una sola entidad.
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El segundo punto es que hay mucha variación en la práctica del tinku 
y diversos motivos para hacerlo. A un extremo, el tinku está relacionado 
con bailes, como "el sargento", en que los participantes azotan uno al otro con 
látigos con el propósito de hacer sangrar su contrario (Allen 1988); este es la 
chahuasiña de Bertonio. En Cañar, el juego de pucará se hacen por parejas 
golpeando uno al otro por turnos con una huaraca. También en Potosí, el tinku 
consiste a veces en campeones que pelean por sus parcialidades o combatientes 
emparejados quienes pelean en filas (Colin Gomez, comunicación personal, 1997). 
Pero en ambas zonas, a veces el juego de pucará o tinku degenera en una pelea 
libre (Brownrigg 1972). Hay, también, peleas libres en que los combatientes no 
son emparejados, como los de la zona de Cuzco (Gorbak et al 1962). Y, en algunos 
casos, las batallas utilizan hasta fortificaciones, por ejemplo en Yucay 
(Molinie, 1988). Las batallas Mochicas caen en el centro de este rango de 
variación: peleas como campiones o emparejados.
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Los motivos son también diversos. Lo mas común es el deseo de propiciar la 
tierra con sangre: Leslie Brownwigg (1972) nos informa que en Cañar fue 
costumbre antiguamente cortase la garganta de un vencido para sembra la sangre 
en la chacra del vencedor. La presentación de una taza de sangre al protagonista 
principal en la iconografía Mochica debe ser relacionado. Mas allá de la 
propisión, en muchos lugares creen que los resultados del tinku pueden 
predecir la cosecha: si fue sangrienta, la cosecha será buena; si habían 
muertos, mejor; y la cosecha de los que vencen será mejor que la cosecha de los 
vencidos.
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Así comenzamos a entender que, en las creencias autóctonas, los resultados del 
tinku son relacionados directamente con el bienestar económico de la 
comunidad. Si bien hay un efecto indirecto por medio de propiciación, los 
combatientes también hace su propio suerte por ser feroz, por tener fuerza. Es 
muy común en los tinku sacar las armas y la ropa de los vencidos, así como vemos 
en los dibujos Mochicas (Hartmann 1972; 1978). También raptan si posible a las 
mujeres de la parcialidad vencida (Gorbak et al 1962); a veces, el botín se 
devuelve después de un lapso, pero a veces se casan con las mujeres.
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Típicamente, los tinku ocurren en el límite o frontera entre las 
parcialidades y la implicación es que, si una parcialidad vence repetidamente, 
la frontera pueda moverse: Roswith Hartmann nos informa que en Azuay gritan 
"Quitemos la raya" cuando tienen su juego de pucará en la frontera entre dos 
parcialidades. De hecho, el tinku es una manera en que cada parcialidad 
puede probar su fuerza contra su complemento y el resultado de la prueba efectua 
la jerarquía de prestigio entre las parcialidades.
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El tercer punto es que el tinku funciona en un sistema social 
dual, o mejor dicho, en un sistema segmentario. Los tinku ocurren entre 
mitades complementarias: entre mitades de ayllus o entre ayllus en estrecha 
relación. Gary Urton, entre otros, (Urton, 1993; Allen, 1988: 206; Platt, 1986; 
1987) discute el papel del tinku en la creación y recreación del sistema 
dual. Pero, como relaciones duales existen en varios niveles del universo 
social, las relaciones de complementarios pueden funcionar igualmente al nivel 
del ayllu, o de la comunidad, o de la región. Como hemos notado mas arriba, la 
voz tinku contiene el sentido de la formación de una cosa integrada de 
mitades opuestas. Dentro de esta concepción de tinku hay mucho simbolismo 
sexual relacionado con la complementaridad de los combatientes y especialmente 
la relación entre vencedor y vencido, la captura de mujeres, y bodas de 
matrimonio (Allen, 1988; Platt, 1986; 1987; Gorbek et al, 1962; Guaman Poma, 
1980; Brownrigg, 1972; Silverblatt, 1987); el simbolismo sexual reafirma el 
hecho de que el rol es asegurar la reprodución de la sociedad tanto como la 
fertilidad de la tierra.
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<br>Entendiendo la expansión de la Cultura 
Mochica
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Si entendimos que la significancia de las batallas reside en el hecho de que 
1) forman relaciones de oposición entre parcialidades sociales, 2) 
vinculan estas parcialidades en una formación social mas grande, y 3) 
clasifican las parcialidades en orden de importancia, podemos comprender mejor 
el papel de la guerra de expansión Mochica.
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Primeramente, no debemos pensar en una conquista de un valle a otros; tenemos 
que pensar en relaciones sociales de larga duración en las cuales batallas 
repetidas afirmaban tanto la vinculación como la oposición de las parcialidades. 
La participación en estas batallas señaló la membrecía o asociación de la 
parcialidad en la etnia Mochica. Es mejor pensar en una expansión cultural, en 
que las parcialidades adoptaban las costumbres Mochicas, que pensar en una 
expansion territorial, en que los valles estaban subyugados por un élite 
centralizada. Pues, la evidencia arqueológica e iconográfica sugiere batallas 
esporádicas en vez de guerras continuas; el número de combatientes parece 
limitado; y es muy posible, por la vestidura y número de los combatientes, que 
tratemos de un grupo especial que tenía este cargo. No hay ninguna indicación de 
guerra popular.
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Sin embargo, ser vencido repetidamente señalaba el desfavor de las huacas y 
tener éxito en las repitidas batallas afirmaba su posición en la jerarquía de 
las parcialidades. En sociedades segmentarios, las parcialidades generalmente 
prestan servicios a sus líderes y a los líderes de las parcialidades ubicadas en 
grados superiores de la jerarquía. Y así es lógico tener una jerarquía de sitios 
arqueológicos, como las huacas de Moche, preeminentemente.
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No podemos especificar todos los motivos Mochicas para las batallas, pero es 
obvio que la captura de prisioneros, su tortura, sacrificio, y la obtención de 
su sangre fue el motivo mayor. Segundo Vásquez (comunicación personal, 1997) 
nota que, en el desfile de prisioneros desnudos en la Huaca el Brujo, las bases 
de los penes han sido cortado para sangrarlos. La énfasis en la genitalia de los 
prisioneros, y de los venados, sugere un interés en la fuerza procreativa. Cabe 
señalar que no hay evidencia de la captura de mujeres, pero sí tomaban como 
botín las armas y vestidos de los vencidos.
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Mientras que utilizamos analogías etnográficas y etnohistóricas, deseamos 
afirmar que reconocemos la dinámica de la prehistoria. En nuestro artículo 
(Topic y Topic, 1997) hablamos del Formativo Tardío en los valles de Santa, 
Nepeña y Casma. Allá, en ese entonces, las batallas fueron enfocadas alrededor 
fortelezas megalíticas no pobladas, como Chankillo y Quisque. Con la expansión 
Mochica, complejos como estos, y los "castillos" de Virú, fueron abandonados y 
las batallas tenían lugar en el desierto, quizás en los límites entre 
parcialidades.
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Pero en Moche V, asentamientos habitacionales, como Galindo en el valle de 
Moche, comenzaban a ser fortificados; la fortificación de asentimientos 
domésticos señala un nivel mas intensivo de conflicto y se correlaciona con el 
colapso de la cultura Moche en el sur. No cabe duda que la intensificación del 
conflicto en Moche V rumpió las relaciones que anteriormente fueron mantenidas 
por las batallas tradicionales que nos muestra la iconografía Moche.
 </P>Por: John R. Topic y Theresa Lange Topic
<BR> Trent University Brescia College
<BR> En: Revista Sian Nº 4 1997 pp.10
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