Investigaciones en las décadas siguientes en los valles de Santa (Donnan, 1973) y Nepeña (Schaedel, 1951; Proulx, 1982) confirmaban los observaciones de Virú. En estos valles también, la Cultura Moche apareció en la escena ya desarrollado, y estableció complejos nuevos de pirámides y patios. En Nepeña, existía una frontera marcada entre la cultura Moche y la cultura Recuay (Proulx, 1982).
Theresa Topic (1977, 1982) sintetizó los datos hace dos décadas. Sus excavaciones al pie de la Huaca del Sol le permitió confirmar que este sitio fué fundado durante la época Gallinazo y que fué ocupado continuamente durante las fases Moche I a IV. Cortes de prueba dispersos entre las huacas mostraba la expansión horizontal del sitio; un estudio de los adobes de las huacas (Hastings and Moseley, 1975) sugirió que la mano de obra disponible al élite para la construcción de las huacas también crecía continuamente durante fases I a IV. Bueno, la correlación entre la expansión cultural, el crecimiento del supuesto capital, y la ampliación de la base tributario queda bien con la idea de Moche como estado expansionista.
Hasta aquí, hablamos mayormente del valle de Moche y los valles al sur de él. Investigaciones en las últimas dos décadas indican que la situación al norte es mas complicada; ni la secuencia de cerámica ni la secuencia de expansión cultural puede ser interpretada tan fácilmente como en el sur. De hecho, recientemente Izumi Shimada (1994) ha propuesto que había dos estados: el primero con su capital en el valle de Moche y el otro con su capital en los valles de Lambayeque. Según su interpretación los dos estados se desarrollaban paralelamente hasta Moche IV, cuando el estado sureño conquistó el estado norteño y, en Moche V, trasladó su capital a Pampa Grande.
Mientras que la síntesis de Shimada mantiene la interpretación tradicional de Moche como una cultura que extiendió sus fronteras por fuerza de armas, hay otros quienes interpretan la iconografía Mochica como representaciones de batallas rituales, llamados tinku en el Perú y Bolivia y juego de pucará en el Ecuador.
Anne Marie Hocquenghem (1987: cap. 5) interpreta las escenas de batallas en la cerámica Mochica como tinku, subrayando el hecho de que los combatientes no luchan en forma libre, pero si en parejas. Además, análisis de la vestidura y armamentos de los guerreros indica que todos son Mochicas; no hay enfrentamientos entre etnias distintas, como Mochicas contra guerreros Recuay (Donnan 1976: 68; Reichert 1989). Tanto Hocquenghem (1987: cap. 6) como Christopher Donnan (1978: 182) afirman que el objetivo principal de las batallas fue la captura de prisioneros, quienes luego fueron sacrificados. Notable en las representaciones de batallas y sacrificio es la sangre (Arsenault, 1994), y hacer sangrar es un tema acentuado también en las descripciones etnográficas de tinku (Allen 1988: 206 ff; Brownrigg, 1972: 97).