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SALA :
Cazadores y Recolectores
LOS PRIMEROS HABITANTES


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Hace aproximadamente doce mil años, cuando concluía la última época glacial o Pleistoceno, gran parte del territorio andino fue ocupado por el hombre mediante una serie de oleadas de pequeños grupos nómades venidos desde el norte de nuestro continente.

Por entonces, las condiciones del medio fueron diferentes a las actuales. El clima era más húmedo, las lluvias más abundantes y consecuentemente el paisaje mostraba mayor vegetación y vida animal. El nivel del mar estuvo más bajo y la costa se ampliaba hacia el oeste.


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Desde el inicio el hombre supo adecuar a su favor una serie de elementos de la variada geografía andina que, a partir de sus características, puede dividirse en tres ecosistemas mayores: la costa, los valles de la sierra y el altiplano.

Los primeros habitantes del Perú tuvieron una economía básicamente extractiva, es decir, fueron cazadores y recolectores, desarrollando una serie de tradiciones culturales que, por relación al medio, pueden ser definidas como serranas o costeñas.

Los grupos serranos fueron recolectores frutos, tubérculos y raíces, y cazadores de cérvidos, camélidos y animales menores. Los costeños, aprovechando los ecosistemas del mar, valle y lomas, basaron su dieta en peces, roedores pequeños, una variedad de lagartijas, aves y ocasionalmente cérvidos y zorrinos.


LA TRADICIóN PAIJANENSE


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La industria lítica de la costa norte se componía de puntas de proyectil triangulares, de bordes rectos o ligeramente cóncavos. Tenían pedúnculo en la base con que se las fijó a un soporte de madera para usarlas como arpón en la caza de grandes peces en los estancos. Por ellos son más grandes y agudas que las serranas.

Para la actividad doméstica utilizaron raederas, con que prepararon pieles, y denticulados que sirvieron como una especie de sierra. El registro de unifaces, artefactos de forma foliácea trabajados por una sola cara, sugiere que pudieron ser usados para raspar y cortar.

También debieron haber usado artefactos de madera y astas de venado que, con el tiempo y las condiciones medio ambientales, desaparecieron. La ausencia de raspadores indica que no existió la caza de animales mayores como cérvidos y camélidos.

Sitios de la tradición Paijanense han sido documentados en el área comprendida entre Lambayeque e Ica. Los sitios mejor estudiados se ubican en los valles de Chicama y Moche, (Cupisnique, Quebrada Santa María, La Cumbre, Quirihuac, Santo Domingo y Playa Grande), Casma y Ancón-Chillón en la costa central.


Taller Litíco

Para esta tradición se han definido campamentos, canteras y talleres. Los campamentos, instalados al aire libre, en abrigos rocosos o en cuevas, fueron destinados para la vivienda del grupo, donde desarrollaron sus actividades domésticas.

En las canteras, sitios de obtención de materia prima, los varones adultos transformaron la piedra en artefactos rudimentarios denominados bifaces. Posteriormente, en los talleres, se culminó el trabajo, transformando los bifaces en puntas de proyectil.

Durante el proceso para obtener bifaces se emplearon martillos de piedra o percutores (guijarros). Luego, para transformar los bifaces en puntas de proyectil usaron percutores de piedra y madera y finalmente retocadores.

El hombre de Paiján alcanzó hasta 1.68 m de estatura, tenía cabeza larga, rostro angosto y alto y abertura nasal estrecha. Enterraron a sus muertos en posición flexionada, recostados lateralmente, envueltos en esteras y, en algunos casos, colocados sobre brasas. Un colgajo de cuenta hecha con vértebra de pescado encontrado en uno de los entierros, sería la más antigua ofrenda funeraria en la cultura andina.




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