En el siglo XVII, el Padre Fernando de la Carrera, en su obra "Arte de la Lengua
Yunga", indica sobre la presencia de dos deidades pre Incas; Ai Apaec y
Chicopaec, adorados ampliamente en la costa norte.
Según Rostworowski (1981) (1986), Ai Apaec, estaba relacionado con la
reproducción del mundo, mientras que Chicopaec, mantenía todo lo existente, así
mismo incluía los orígenes y los ancestros.
Las referencias fueron difundidas ampliamente por Rafael Larco Hoyle, por los
años de 1934; sostenía que"Ai Apaec", en lengua mochica significaba
"Dios supremo o el Todo Poderoso".
Sus aportes estuvieron basados en análisis comparativos de evidencias
ceramográficas que les permitió sostener y hacer prevalecer sus hipótesis debido
a la peculiar característica que recurrentemente encontró en diversos materiales
arqueológicos, que le fueron diagnósticos y comparativos con relación a esta
deidad.
Sus antecedentes se remontarían a culturas del período formativo, entre ellos
Vicús, Salinar, Virú y otras. Larco afirmaba que los Cupisniques tenían como
deidad tutelar al felino, dentro de múltiples variantes encontró,
representaciones netamente zoomorfas. Dentro de la estructura ideológica, esta
fue incorporando características mitológicas propias de su época, tal es así que
la divinidad felina identificada al inicio con la expresión animal, tomó
posteriormente una tendencia simbólica y estilizada.
"Ai Apaec" es la representación y la consolidación personificada de una
deidad cuyos orígenes pueden rastrearse arqueológicamente, a lo largo de
diversos procesos dialécticos de evolución cultural trascendiendo en las
primigenias concepciones felínicas de deidades mitológicas, las cuales fueron
paulatinamente concebidas, incrementando características antropomórficas en
diversos procesos expresando así caracteres propios.
Del concepto de esta doble representación, ampliamente difundida en el mundo
andino, aparece la dualidad con el típico felino, mostrando sus grandes
colmillos sobresalientes y la configuración de la cara casi humana.
De esta divinidad se desdobla "Ai Apaec", como imagen humana en la cual
se comprende mejor el concepto de creador supremo que forma todo un mundo de
expresión en el arte Moche. Cronológicamente, a los moches se les ubica entre
los años 100 a 800 d.C.
"Ai Apaec" con un rostro humano de apariencia severa, rígida,
manifestando los últimos rezagos felínicos identificados en las arrugas, los
ojos redondos y los colmillos sobresalientes y afilados.
El dios Moche, en sus múltiples representaciones de luchas con otros seres
mitológicos se encontraba presente en todo, gracias a su poder de ubicuidad,
manifestándose en incorporaciones simbólicas con las que adquirió dominios
divinos, adoptando formas de animales: como el jaguar, serpiente, aves, entre
ellas; la lechuza y otros de la cual se servía para salir siempre vencedor.
Manifestaciones ampliamente difundidas dentro de la iconografía Moche muestra
recientes relieves policromados de los diversos monumentos ceremoniales
pertenecientes a esta cultura. Hasta hace poco sólo se le conocía por la
cerámica, la cual mostraba un personaje con colmillos y singulares pendientes en
forma de cabezas de serpientes, su tocado está acompañado de una cabeza de
felino.
El "Ai Apaec"en su inicio estuvo asociado a sacrificios y rituales, los
cuales están aún en proceso de investigación. Algunos arqueólogos le han
denominado como; "El degollador", peculiar personaje relacionado con sacrificios
humanos.
Son diversas las obras escultóricas plasmadas con calidad en múltiples
materiales como madera, metales, nácar, cerámica, las que versan de esta antigua
deidad. Algunos autores lo asocian con la Luna que gobierna la noche, además de
Señor de la vida y la muerte. Pero al margen de cualquier discrepancia, esta
sirvió como fuente de identidad de un pueblo que se desarrolló en la costa Norte
del Perú, de allí, que hoy llame mucho la atención sus representaciones
materiales.
Indudablemente, Perú es y seguirá siendo un atractivo manantial para las
diversas investigaciones, sean arqueológicas, antropológicas u otra. La razón
principal es que su pasado gravita en el presente para proyectarse al futuro.
Se conoce que aún perdura la vieja costumbre étnica transmitida verbalmente de
generación en generación. Tal es así que el cantar agorero de la lechuza es
asociado a un mensaje de muerte.
En la parte Norte de Perú, puede recogerse diversas leyendas de la memoria
colectiva que aún persiste en narraciones como la creencia del "Carbunco", un
gato u otro felino considerado como animal misterioso de ojos resplandecientes;
espíritu mítico que mayormente se asocia con las noches oscuras, al cual se le
rinde ofrendas para contrarrestar los males que éste puede traer.
El cruce de información multidisciplinaria en las investigaciones, permitirá
ampliar los conocimientos etnohistóricos, arqueológicos y chamánicos que se
tienen de los Moches. De esta manera, tratamos de entender mejor las costumbres
que aún perduran en el inconsciente colectivo; conocer toda esa experiencia
milenaria que todavía se mantiene como una impronta del pasado, de un linaje, de
un pueblo de dioses presentes en el mito del eterno retorno, dentro de la
concepción andina.
Daniel Castillo Benites
1998
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